Omitiré mi reporte del BAFICI porque fue todo lo que intuía. Una película aburrida, en la que no pasó nada y solo se fueron acumulando significantes de escasa motivación (vi "El viaje del globo rojo"). Lo mejor, lejos, fueron las marionetas, el teatro dentro del cine. Les ahorraré también mis réplicas acerca del subtitulado en español (una proyección, sobre la proyección, en una letra casi transparente y encima desincronizada). Y para mi tranquilidad evite observar a la gente en los pasillos. Mejor hablaré de la actividad nocturna del sábado: la obra Galileo Galilei, escrita por Bertold Bretch, adaptada por Osvaldo Bayer, dirijida por Hector Alvarellos e interpretada por el grupo La Runfla, en Parque Avellaneda (sisi, fue al aire libre).
Los espectadores nos fuimos juntando en la esquina de Directorio y Lacarra hasta que a las 9 y pico nos indicaron que caminaramos siguiendo las antorchas. En efecto un recorrido estaba trazado con fuego hacia los adentros del parque (que es muy grande). Ademas de sucederse tres "estaciones" preambulares, la obra renuncia a la complaciencia butaqueril de los teatros. No es solo una pieza al aire libre, la utilización de la plaza como espacio escénico es acertada por donde se la mire. No solo por la ilusión de realidad que quizás puede generar (pasamos del estudio de Galileo a la plaza pública y no ruedan decorados sobre la misma pared del teatro sino que somos nosotros los que levantamos la silla y nos dirijimos hacia "la plaza pública"), sino sobre todo por el propio orden (mejor dicho, desorden) que la obra propone.
Podría hasta a animarme a decir que Galileo se nos presenta en la obra como el primer deleuziano. Su ímpetu no se contenta solamente con empujar al globo terraqueo del centro del universo para poner en su lugar al Sol. El impulso de Galileo, que hace pie en la hipótesis de Copérnico para salir disparado mucho más allá, no se limita a volver a trazar sistemas planetarios si no a vencer el peso muerto, estancado, medieval, que sobrevive hasta el renacimiento (hasta hoy). No se trata, pues, de un problema de autonomía (como podría pensarse en la línea: "dónde está Dios es problema de los teólogos") sino de un problema puramente político.
La puesta es muy clara en este sentido en su decision de elegir dos actores para representar a Galileo. El primero, quizás el más entrañable, no hace más que buscar una fuga a la maquinaria del estado: conseguir más dinero de la Universidad para poder investigar y al mismo tiempo mantenerse a resguardo de la Inquisición. Ninguna institución es mejor que la otra, la Iglesia le impide investigar por la condena del fuego y la Academia que lo proteje le da toda la libertad pero pagandole un magro sueldo que lo obliga a utilizar su tiempo libre en dar clases particulares en lugar de investigar. Más adelante, en Florencia, en la corte de los Medici, la misma Academia le dará la espalda dejando a las claras que el poder eclesiástico es el que valida su discurso. El punto más marcado de la represión del sistema iluminado del renacimiento coincide con la peste, que recluye a Galileo en su estudio, donde terminara con investigaciones claves.
En Roma, despues de la peste, se interpreta una escena brillante: los dos Galileos, el de la primera mitad de la obra y el que vendrá, presentan frente a dos cardenales su teoría contra las órbitas de cristal aristotélicas en un debate coreográfico en que la astronomía y la teología se cruzan en las bocas de los cuatro personajes. El desenlace es sorpresivo, la agudeza de Galileo se sobrepone a la necedad de los ofendidos cardenales y de allí se van los dos con el nuevo Galileo que, diremos, ahora es parte del sistema. A partir de allí Galileo será un personaje aún más complejo. La Iglesia debe aceptarlo porque sus descubrimientos se validan con las cartas de navegación que se desprenden de ellos, pero al mismo tiempo erosionan el poder de un mundo estanco, que empieza a moverse. Al mismo tiempo Galileo reconoce sus conquistas y sabe que no puede revelar todo lo que ha investigado porque las figuras que lo protegen no son más poderosas que la Santa Inquisición.
La pasión de Galileo está en abolir los centros del universo, que no son las Tierras fijas de Aristóteles y Ptolomeno, son los grandes centros de poder que monopolizan los discursos: la Iglesia que en realidad es sólo la garante del poder de los explotadores (relación manifiesta en el diálogo con Ludovico). Si no hay un centro, si hasta dudamos de la jerarquía del Sol, si la Tierra es como la Luna y como Venus, si "lo que hay allí arriba es igual a lo que hay aquí abajo" entonces no hay razón para tener amos ni sirvientes. El aprieto de Galileo comienza con la popularizacion de sus teorías (que escribe en italiano, no en latín), hecho reflejado en una maravillosa escena de teatro-dentro-del-teatro representada por los juglares en la plaza. Su línea de fuga corta uno de los hilos más gruesos del poder, es procesado y debe traicionarse. Pero el daño ya está hecho, ya no podrémos pensar en centros, como tampoco lo hace la obra, que nos obliga a movernos, a perdernos, a no reconocer un personaje, un escenario, un autor (¿Brecht? ¿Bayer? ¿Alvarellos?).
El final de la obra nos propone elegir entre dos frases de cada uno de los dos Galileos ("El que desconoce una verdad es sólo un tonto, pero el que la conoce y dice que es mentira es un criminal" y "Pobres de los pueblos que necesitan héroes"). Pero en realiad no hay oposición, no nos obligan a optar en el marco de una pasión por lo Dos, sino que se nos ofrece la multiplicidad de un mismo enunciado infinito, que incluso cada uno podría reformular.
El sábado que viene a las 21hs es la última función hasta septiembre, por cuestiones climáticas. Parque Avellaneda queda en Lacarra y Directorio (altura 4000). Creo que es Mataderos, yo me fui hasta allá porque Larisa tenía que verla para ILAC, si pueden vayan que está muy buena.
Los espectadores nos fuimos juntando en la esquina de Directorio y Lacarra hasta que a las 9 y pico nos indicaron que caminaramos siguiendo las antorchas. En efecto un recorrido estaba trazado con fuego hacia los adentros del parque (que es muy grande). Ademas de sucederse tres "estaciones" preambulares, la obra renuncia a la complaciencia butaqueril de los teatros. No es solo una pieza al aire libre, la utilización de la plaza como espacio escénico es acertada por donde se la mire. No solo por la ilusión de realidad que quizás puede generar (pasamos del estudio de Galileo a la plaza pública y no ruedan decorados sobre la misma pared del teatro sino que somos nosotros los que levantamos la silla y nos dirijimos hacia "la plaza pública"), sino sobre todo por el propio orden (mejor dicho, desorden) que la obra propone.
Podría hasta a animarme a decir que Galileo se nos presenta en la obra como el primer deleuziano. Su ímpetu no se contenta solamente con empujar al globo terraqueo del centro del universo para poner en su lugar al Sol. El impulso de Galileo, que hace pie en la hipótesis de Copérnico para salir disparado mucho más allá, no se limita a volver a trazar sistemas planetarios si no a vencer el peso muerto, estancado, medieval, que sobrevive hasta el renacimiento (hasta hoy). No se trata, pues, de un problema de autonomía (como podría pensarse en la línea: "dónde está Dios es problema de los teólogos") sino de un problema puramente político.
La puesta es muy clara en este sentido en su decision de elegir dos actores para representar a Galileo. El primero, quizás el más entrañable, no hace más que buscar una fuga a la maquinaria del estado: conseguir más dinero de la Universidad para poder investigar y al mismo tiempo mantenerse a resguardo de la Inquisición. Ninguna institución es mejor que la otra, la Iglesia le impide investigar por la condena del fuego y la Academia que lo proteje le da toda la libertad pero pagandole un magro sueldo que lo obliga a utilizar su tiempo libre en dar clases particulares en lugar de investigar. Más adelante, en Florencia, en la corte de los Medici, la misma Academia le dará la espalda dejando a las claras que el poder eclesiástico es el que valida su discurso. El punto más marcado de la represión del sistema iluminado del renacimiento coincide con la peste, que recluye a Galileo en su estudio, donde terminara con investigaciones claves.
En Roma, despues de la peste, se interpreta una escena brillante: los dos Galileos, el de la primera mitad de la obra y el que vendrá, presentan frente a dos cardenales su teoría contra las órbitas de cristal aristotélicas en un debate coreográfico en que la astronomía y la teología se cruzan en las bocas de los cuatro personajes. El desenlace es sorpresivo, la agudeza de Galileo se sobrepone a la necedad de los ofendidos cardenales y de allí se van los dos con el nuevo Galileo que, diremos, ahora es parte del sistema. A partir de allí Galileo será un personaje aún más complejo. La Iglesia debe aceptarlo porque sus descubrimientos se validan con las cartas de navegación que se desprenden de ellos, pero al mismo tiempo erosionan el poder de un mundo estanco, que empieza a moverse. Al mismo tiempo Galileo reconoce sus conquistas y sabe que no puede revelar todo lo que ha investigado porque las figuras que lo protegen no son más poderosas que la Santa Inquisición.
La pasión de Galileo está en abolir los centros del universo, que no son las Tierras fijas de Aristóteles y Ptolomeno, son los grandes centros de poder que monopolizan los discursos: la Iglesia que en realidad es sólo la garante del poder de los explotadores (relación manifiesta en el diálogo con Ludovico). Si no hay un centro, si hasta dudamos de la jerarquía del Sol, si la Tierra es como la Luna y como Venus, si "lo que hay allí arriba es igual a lo que hay aquí abajo" entonces no hay razón para tener amos ni sirvientes. El aprieto de Galileo comienza con la popularizacion de sus teorías (que escribe en italiano, no en latín), hecho reflejado en una maravillosa escena de teatro-dentro-del-teatro representada por los juglares en la plaza. Su línea de fuga corta uno de los hilos más gruesos del poder, es procesado y debe traicionarse. Pero el daño ya está hecho, ya no podrémos pensar en centros, como tampoco lo hace la obra, que nos obliga a movernos, a perdernos, a no reconocer un personaje, un escenario, un autor (¿Brecht? ¿Bayer? ¿Alvarellos?).
El final de la obra nos propone elegir entre dos frases de cada uno de los dos Galileos ("El que desconoce una verdad es sólo un tonto, pero el que la conoce y dice que es mentira es un criminal" y "Pobres de los pueblos que necesitan héroes"). Pero en realiad no hay oposición, no nos obligan a optar en el marco de una pasión por lo Dos, sino que se nos ofrece la multiplicidad de un mismo enunciado infinito, que incluso cada uno podría reformular.
El sábado que viene a las 21hs es la última función hasta septiembre, por cuestiones climáticas. Parque Avellaneda queda en Lacarra y Directorio (altura 4000). Creo que es Mataderos, yo me fui hasta allá porque Larisa tenía que verla para ILAC, si pueden vayan que está muy buena.
5 comentarios:
¿Pasión por lo Dos? No vamos a sobrevivir sanos a este cuatri, vila...
por cierto, te das cuenta de que en tu encuesta va ganando "todos los perros van al cielo"? Yo voté dos veces la de la oficina...
-j.
si, debo decir que mi candidato a priori era "solo los que tienen fijaciones anales" pero al parecer el idealismo cristiano ha penetrado en nuestra generacion más que el propio Sigmund Freud
tengo que admitirlo... yo voté más veces de las normativamente permitidas "todos los perros van al cielo"... perdón, tengo una fijación con la película... no me reten, ya sé que fue un boicot a los anos, pero se me murieron un par de canes en la infancia, sepan comprender.
uy lo hice otra vez! iupiiii
Yo estoy viendo justamente a Galileo con los chicos del depto. de fisica, pero el enfoque pedagojico no esta muy bueno (la materia en donde la leemos es Teoria de la educacion). Vos imaginate que no esta muy bueno que la profesora (que tiene un gusto pesimo en literatura, de hecho ella no eligio esta obra,la eligio Passut que es profe de literatura). PEro, me encanta saber que la estan dando, es mas quizas vaya a verla, si consigo acompañante. NO esta nada mal la adaptación, y bueno, se ponen en la mesa muchas tematicas...ver los metodos didacticos, en por ejemplo, la manera de explicarle a Andrea determinadas cosas (lo de la silla es carne de pedagogos) es lo que hizo que tengamos que leerla.
Pero bueno, la libertad de enfoques existe.
Saludos!
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