domingo, 30 de noviembre de 2008

Al oso y al ovejero alemán

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Hablar de la pérdida de Bordeaux es casi una forrada. Implicaría intentar dar vueltas alrededor de una falta cuyo objeto ha sido tocado lateralmente en muchos textos de este blog, pero sin llegar a su centro, a su punto nodal, su cruce elemental de sensaciones cálidas y apropiación metódica. Bordeaux llegó a constituir hace tiempo el espacio único de pertenencia para un grupo que parece preexistente a todas las cosas pero se conformó precisamente ahí. Y más notoriamente, el espacio obligado para el inicio de cualquier experiencia de los últimos dos años. Cualquier intento de explicar la dimensión de su ausencia cae irremediablemente en la triste anéctoda, en la melancolía premeditada, en la perversión de sentido. Aún así necesito llenar la falta con cualquier mierda que pueda elaborar, aunque sea para asimilar el nuevo tiempo que se asoma.

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Escribo este texto al final del primer fin de semana (¿cómo podrían contar las horas de un domingo privado siempre de esas mesas de madera?) en el que nuestro recorrido tuvo que ignorar el bar de Juan. La negación todavía es la salida predominante, todavía no concebimos el fondo de nuestro desencanto y es apenas una tristeza anticipada la que nos gobierna. La angustia domina nuestro sentir por los fines de semana que vendrán. Por ahora podemos engañarnos con que no fuimos a Bordeaux por nuestra cuenta.

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Iván y yo nos conocimos un sábado de mayo en Acero. Creo que nos encontramos allá dos o tres veces, más no. Después lo clausuraron y el bar alterno se mudó a Adrogué (no sé si todavía existe). Enseguida nos cambiamos a Kenk, quizás donde nuestra amistad se forjo, entre el florista y nuestra predilección por los personajes recurrentes de conversación extravagante. Kenk cerró en enero de 2006. A partir de entonces vivimos una etapa de transición entre Blackbird, Ravens (dos bares que eran otra cosa de lo que son hoy) y El Carguero. La tía (El Carguero), así como todo Burzaco, nos acobijó un tiempo intermitente, pero fue gracias al Duque que encontramos el nuevo hogar: Bordeaux.

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"Al tipo de la barra le pedí una carta y me dio un ancho de espadas", esa fue la primera noticia que tuvimos de Juan en boca del Duque, millones de momentos antes de que todo nuestro universo de relaciones nocturnas proliferará a partir de la constelación de ese bar. Al principio nos sentábamos en las mesas de abajo, una pequeña depresión de tres metros por tres metros cerca de las ventanas, con el tiempo la barra se hizo nuestro lugar. Juan se convirtió en el cantinero de nuestros sueños, una figura paterna señuelo y, sin pensarlo demasiado, en nuestro amigo.

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Un viernes o un sábado hasta hace una semana empezaba con la llegada espaciada de cada uno de nosotros (con algunas faltas esporádicas). Chops pesados, mesas pesadas, sillas pesadas, la mejor conversación, la música que nosotros mismos grabamos en un total de 7 cd's compilados. "Alabama song" se convirtió en nuestro himno. En los cumpleaños nuestro staff que siempre osciló entre las cuatro y las diez personas aumentaba hasta los 30. Cualquiera sabía que un finde a las 2 de la mañana estaríamos ahí.

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Ayer estuvimos en McNolo jugando rol y más tarde fuimos a una fiesta. McNolo se volvió casi tan inevitable como Bordeaux en los últimos meses, un boliche cada tanto no nos vino mal. Hoy fue la casa de Luján y luego Ludoviko, absurdamente transformado en un bar con luz y música electrónica. Recién a las 3 am con las luces apagadas y una banda de mierda nos quitó un poco la desolación. Largos momentos mirándonos, con la música tapando nuestros pensamientos del exterior pero nuestras miradas haciendolos palpables para los otros, sostuvieron la noche hasta el quiebre de la mina del gorro gris que yo comparé injustamente con The Shags.

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Comprendemos que esta dinámica no se sostiene. ¿Qué nos queda? ¿Mixo con su espacio reducido y rock nacional? ¿Blackbird, transfigurado hace tiempo en un borrador de Ravens, con música bailable y atestado de gente? ¿Explorar Tahití o algún bar motoquero? ¿Resignarnos al medio gusto del nuevo Ludoviko? ¿Revivir la transición de la tía en su incomodidad burzaquense? Estamos desterrados en una ciudad que perdió sus bares fundamentales: aquellos que cobijaban borrachos dispuestos a confraternizar con cualquiera y que consentía constantemente.

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Creo que lo único que nos queda es ceñirnos a la simpatía que ultimamente nos generó El viejo correo. Más allá de la música más fuerte y la concurrencia de una clientela más adolescente, mantiene algo del orden de Bordeaux, una suerte de atmósfera local, diferenciada del anonimato o la superficialidad extrema de cualquier otro bar. Creo que detestamos la despersonalización generalizada de los demás lugares para pasar la noche, ese tiempo de lo nimio y lo eterno que formamos como nuestra fuente de experiencia vital. Aunque todo cambie supongo que la mística de todas formas va a perdurar, un bar nos juntó para siempre. Ahora tenemos que encontrar la forma de sobreponernos al desarraigo.

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Personalmente atravieso (verbo topográfico indicadísimo) una crisis de los espacios y el golpe de Bordeaux no se me puede atenuar. Siempre fuimos concientes de la función predominante que cumplía Bordeaux en nuestra vida (presumiblemente inverosimil para el lector de esta página) y siempre temimos el fin del regocijo semanal; sin embargo la catástrofe siempre es inesperada y la pesada liviandad de lo real nos mantiene en vilo, sabemos que Juan abre un bar en Mendoza y que nosotros nos vamos a comer la cabeza en la ciudad tercera. Termino esto cuando mi tío me pide un vaso de agua y de reojo se me asoman los relámpagos por la ventana. Durante todo este tiempo no dejé de preguntarme a dónde ir, sabiendo que nuestro destino no incluirá un bar donde se puedan embriagar caracoles.



martes, 25 de noviembre de 2008

Un gran día para la irresponsabilidad, un día negro para la trampa

Para mí, es así. Hablemos del deporte. Un entrenador del equipo olímpico soviético se pasó a los Estados Unidos y fue el entrenador del equipo olímpico de yatch norteamericano. Y escribió una especie de ensayo. Las regatas que compiten dependen de dos cosas: del estado atlético y mental del deportista, pero también del estado del barco. Como en las Olimpíadas todos los barcos son iguales, ahí es el estado del deportista, no la calidad del barco sino el armado del barco en el momento, la puesta a punto. Entonces este tipo tipificó a tres clases de deportistas. Unos serían los cautos: los tipos que llegan al embarcadero cuatro horas antes de la carrera, y arman todo y revisan todo. Los puntuales: los que llegan dos horas, y controlan, salen un ratito a navegar. Y los despistados o los enquilombados, que llegan a último momento. El tipo hizo una estadística y dijo: los que anan son los cautos o los enquilombados, los puntuales simpre pierden.
La explicación para la moda de la psicología de ese momento era evidentemente algo así: el tipo que llega tarde quiere drogarse con la adrenalina del estrés, que no es la misma adrenalina de la fuerza ni del entrenamiento. La confusión mental lleva a que funcionen mucho más los mecanismos automáticos. Si vos me das un libro cualquiera, yo sé qué libro está escrito con tranquilidad y qué libro está escrito con apuro, pero no a medio camino.
Fogwill, entrevistado por Ariel Schettini, Diego Peller y Fermín Rodriguez el 11/5/06 en TyAL (teórico 14)

Mi recuerdo vivo de esta cita tiene más onda, la transcripción es pésima (además de este pedazo el que desgrabó hizo mierda mi pregunta, aunque no lo culpo porque estaba muy nervioso y normalmente mi voz ya es bastante chota) pero sirve. Hoy es un gran día para los enquilombados ya que superé mi record: me llegó un mail de Martín Greco con el listado de notas de monografías. La mía era sobre Literal y la escribí la noche anterior a la entrega (el cuarto de mi saga de trabajos a los apurones). Mis delirios semidormidos sobre Lamborghini y el lacanismo obtuvieron un 10. Mis felicitaciones a los fabricantes de Speed y Cafiaspirina.

Aun más curioso es el comentario de mi profesor:

Por último, es necesario recordar que sólo fueron evaluados positivamente los trabajos de producción personal y no las transcripciones literales de trabajos ajenos descargados de la red.

En la lista que sigue figuran dos 1, de quienes, supongo, bajaron algun texto y le pusieron su nombre. Dos cosas: 1- ¿quién puede ser tan forro de estar en la facultad y no hacer su propio trabajo?. 2- ¿cómo carajo se dan cuenta los profesores? ¿googlearan fragmentos de cada trabajo? ¿realmente conocen toda la bibliografía de su campo?

En fin, recomiendo Problemas de Literatura Argentina. Al margen de esta muestra de omnipotencia por parte del cuerpo docente sobre el final me inspira admiración también por otras razones: Romano y Jarkowski transmiten muchisimo a través de sus digresiones más allá de su capacidad para conceptualizar (sobre todo Jarkowski dio clases excelentes, tuvo la ventaja frente a Romano de dar menos clases); la cursada es la más tranquila de las literaturas argentinas; los prácticos son muy abiertos y los enfoques suelen ser poco frecuentados en otras materias. Lo único malo fue que mientras el programa se fue poniendo bueno (sobre todo con el tramo final: Gambaró-Conti-Lamborghini) las energías se iban concentrando más en evaluaciones (tuve demasiadas el último mes de cursada).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Bender's Game


La peli se baja de acá y los subtítulos de acá.

Todo lo que un verdadero geek del rol podría pedir, y más.