jueves, 11 de marzo de 2010

Marca personal

Me llega la pelota en una cancha abstracta, recibo de espaldas al arco. La piso mientras me doy vuelta para pasar por el costado de mi marcador pero está parado más atrás de lo que percibo y me traba. Vuelvo a darle la espalda y exploto para darle la vuelta por el otro lado, pero vuelve a estar más atrás y me traba. La gano y la pongo bajo mis pies, me doy vuelta para sentir contra mi espalda el pecho del defensor empujándome. Salgo para el costado y de nuevo su pierna, tuerzo el pie derecho en una gambeta de 45 grados y adelanto el fútbol con el pie izquierdo pero de nuevo la pelota se aprieta entre su botín y el mío.
Y así bailamos.
Cuando él fracasa en sacarme la pelota las ganas de rematar un buen tiro con todo el empeine es lo único que aumenta al ritmo de mi desesperación.
Me duelen los pies y un poco la espalda.
Es una jugada que no se termina nunca,
en la que no puedo encarar al arco.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El sueño de un arcadio

Según cuentan, dos arcadios a los que unían estrechos lazos de recíproco amor, emprendieron un viaje; llegados a Megara, uno durmió en un albergue, el otro en casa de un amigo. Y he aquí que a este último se le apareció en sueños el amigo implorando su ayuda, pues el dueño del albergue quería asesinarlo. Despertóse horrorizado, pero pensando que todo había sido una alucinación, se tranquilizó enseguida y volvió a dormirse. El amigo se le apareció entonces por segunda vez; cubierto de sangre le reprende y le cuenta que el dueño del albergue lo ha asesinado y metido en un carro de estiércol para sacar así el cadaver de la ciudad.

Georg Büchner, "El sueño de un arcadio" (fragmento, pero casi todo)




El detalle del carro de estiércol (es decir, que el espectro lo sepa) carga a la historia del verdadero valor de la magia de lo fantástico. Lástima que no tenga casi nada más así B.