martes, 24 de febrero de 2009

miércoles, 18 de febrero de 2009

Nada puede comprender el hombre sin fantasmas

Como la mayoría de los días que pongo mi despertador (mentira 1, uso el televisor para levantarme) me agarró esta noche también el insomnio al que me tiene acostumbrada mi pésima voluntad para hacerme las cosas más fáciles. El Sueño (mirá como te meto una mayúscula) es la hendidura entre un día y otro que al parecer mi consciencia no tolera.

Hace dos noches volví de mis vacaciones/2, de Uruguay, de Punta del Diablo. No puedo decir que alla haya tenido problemas para dormir (mentira 2, quizás un día), pero la verdad es que casi toda la semana me fui a acostar ebrio. Quizás la solución sea esa botella de José Cuervo que me traje del free shop de Buquebus..

Por alguna razón quería empezar este post diciendo que Pablo (el Duque, of course) me comentó al pasar no sé muy bien cuando que yo estaba durmiendo en la cama donde tuvo un sueño lúcido por primera vez. Yo no los tuve, él explica que cuando los tuvo tenía 14 (mentira 3, seguro repito los 14), estaba aburrido y dormía 14 horas por día (esta cifra sí es certera). Nunca voy a tener sueños lúcidos si ésa es una condición.

Sí, Pablo es (o era) un onironauta. O al menos eso dice y le creo. Esto no es mentira, mi escepticismo original (cubierto por una envidia entendible) desapareció tras unos meses de insistencia. Pablo tiene sueños lúcidos y Larisa muere por tenerlos más aún que por tener sinestesia. Mis sueños (los recuerdo seguido) suelen ser interesantes, con tramas que se sostienen, aunque apelan con frecuencia a elementos absurdos. Mejor dicho, a evidencias absurdas. El sueño, puramente subjetivo quizas, privilegia la hermenéutica (universo de la interpretación). Aunque también recuerdo soñar con la imagen obsesiva y sostenida de ciertos objetos, ahora que lo pienso.

El Sueño es la Muerte con retorno y yo temo morir. Algo así dice Pascal Quignard (miento 4, pero no voy a buscar la cita a esta hora). Yo acuerdo (conmigo mismo).

No tuve sueños lúcidos en Uruguay pero sí vi un fantasma (esto no es mentira). Iván también lo vio y fue quien me impulso a confesar que lo había visto más temprano, en una conversación jamesiana, sólo que alcoholizados por el Smirnoff. El fantasma era una silueta blanca que corría a una velocidad inhumana (las dos veces de derecha a izquierda). Yo lo vi a través del vidrio de la ventana, Iván por la pantalla de mi cámara, detrás de la puerta abierta (a espaldas mio).

Acá es donde mi pulsión fetichista por la terminología me llevaría a escribir ontología, esencialismo, incidente, real, rostro de la muerte. Si me apuran alguna palabrita en griego o latín. Me quedo con los phantasmata sin la teoría, por ahora. Como lo que vimos con Iván fue lo mismo (no descreo de Iván, pero incluso mi escepticismo se volvió imposible ya que el manifestó su visión sin que yo dijera palabra alguna al respecto con anterioridad) llama la atención que nadie más haya visto nada (aunque deseo no faltaba) similar. O, ya mas jamesiano sería exagerar, que tras nuestra sinceridad los otros tres confesaran haber visto al corredor blanco.

"Nihil potest homo intelligere sine phantasmata" leí en el blog de Link hace unos meses que dijo Aristóteles. Claro que el robo de la cita es malintencionado.

Hipótesis tentativa, Iván y yo compartiamos por azar un estado de la consciencia similar. Sí, muy falseable, pero si en los relatos de fantasmas el-que-ve-más-que-los-demás siempre explica su habilidad como un don otorgado, innato, inevitable (i.e.: fantasmas sobran, lo que faltan son videntes); por lo menos deberíamos darle la chance a una hipótesis que considera que cualquier puede percibir otra cosa (democratización del espiritismo ya).

Aceptando como premisa lo postulado ¿será más difícil ver un fantasma o tener un sueño lúcido?