viernes, 2 de enero de 2009

Ferroviarios revolucionarios

Debo llegar a capital, alguna reunión. Como hago a veces en la vigilia, me tomo el 4 para llegar directamente a la estación de Lomas y tomar ahí el tren a Constitución. Cuando cruzo la barrera de Boedo (esto es poco probable, ya que si tomo el 4 entro a la terminal y cruzo el puente, nunca bajo en Boedo) escucho la alarma y veo al tren que llega a la estación. Apurado me meto por el pasillo de atrás de La Toma y me colo. Corro rapidísimo, salto dentro del tren, un segundo antes de que las puertas automáticas cierren noto que por alguna razón nadie más subió al vagón. Sorprendido (pero no tanto) siento al tren moverse en dirección opuesta a Constitución, a los pocos metros cambia de vía: está yendo a Temperley. Algo que conviene destacar es como a lo largo de varios sueños construí espacios recurrentes. Paso por algunos de ellos: el puente sobre el estanque, las vías electrificadas. En un espacio semi selvático las vías trepan un risco de unos 12 metros. El tren no alcanza a subir (la pendiente es de casi 90 grados), quedamos unos segundos aferrados a los aros y golpean nuestras espaldas contra el techo. Baja y retrocede. Está tomando carrera. Vuelve a intentarlo. Todavía más lejos de subir. Le pregunto a una chica: ¿a cuánto estamos de la estación?. "Apenas subamos la pendiente entramos a Temperley. Decidido, me bajo y escalo el risco selvático.
Cuando termino de subir salgo al subsuelo de la estación. Es como un sótano inmenso, rápidamente encuentro la escalera que lleva al andén. Esta vez, por superstición, saco boleto. En la cola me advierten de algo que no entiendo, cuando estoy por pagar el peso con setenta noto que el tren en el que venía ingresa a la estación cubierto con ramas. Me digo: "no tomes ese, ese no va". Subo al andén. El tren no viene. Como la estación de Temperley real, ésta tiene varias vías y el que va a Constitución también pasa por la que está más al oeste (del lado de la plaza, pero acá ¿hay plaza?). De repente noto que un diesel está llegando, salto de andén en andén hasta llegar al 7 y subirme al gasolero cuando ya está saliendo. Es el primer vagón, veo al maquinista manejar el tren como si fuera un colectivo. Aturdido fijo mi vista en un hombre de camisa celeste que lleva estampado sobre su bolsillo frontal izquierdo la leyenda "50% de aumento ya, off". Pasamos por el acantilado, bajar es más fácil. Me empiezo a quejar sobre el servicio, cómo pueden estar las vías así. El hombre de la camisa celeste (es semi canoso y lleva barba, ojos muy claros) me atiza afirmando todo lo que yo proclamo, el resto del vagón tiene un silencio de prisioneros. Pasamos por un lugar techado. El chofer le habla, apoyando lo que dice (que es apoyarme), comprendo que son compañeros, ambos trabajan en el Ferrocarril. Comento el incidente de la pendiente, el semi canoso confirma lo que pensé informandome: "era un chofer nuevo, se tarda en aprender a agarrar esa loma".
De pronto estamos conspirando. Veo que el chofer tiene una camisa con otra leyenda sindical. El chofer es morocho y su pelo es negro. Su piel se ve grasosa. Estamos en una habitación con las paredes manchadas por la humedad, sentados en una cama matrimonial con acolchado rosa. Una señora limpia la habitación contigua, el semi canoso menciona algo sobre la pobre mujer. "¿Vive acá?" pregunto. No, pero a veces se tira a dormir en esta cama. Me pregunto como llegué acá, ellos me dijeron que es una habitación de descanso que consiguieron como reivindicación gremial, a mi me parece una habitación de telo barato. ¿Me habrán drogado para violarme? Ya no estoy seguro de que planes traman. ¿Por qué dejaron el tren? No recuerdo haber pasado por Gerli ¿dejaron el tren parado para violarme a mí y a mi novia? ¿O solo a mi novia? O siguió manejando otro chofer. Pero si el Diesel no para, capaz que ya estamos en Plaza Constitución. Tiene toda la pinta de una pieza de Constitución. La última elipsis me sigue abrumando ¿qué hice? ¿qué me hicieron? Me levanto furioso y sintiendome ultrajado, ellos intentan detenerme, pero me escapo. Abro la puerta de la calle y estoy en Pompeya. "No puede ser, el Roca no pasa por acá". Pero lo veo pasar por sobre el puente. El emplazamiento de sus vías es como el de una montaña rusa. Corro hacia él y me cuelgo de un estribo. Arriba está Larisa, le pregunto si nos violaron. Lo niega todo, pero algo en su rostro me dice que oculta cosas. Gente en ese vagón juega a las cartas. Traban las puertas (en el gasolero siempre van rebotando). Me miran y comprendo. Afuera hay un holocausto revolucionario, yo no debía volver al vagón. Ahora tendran que liquidarme. Detrás de las siluetas que se me abalanzan veo a Larisa llorando entre sus manos. Lleva puesto el vestido que tenía en Navidad.