Salgo de mi cuarta sesión de kinesiología y pienso en que tengo que volver a escribir algo en este blog. La lesión de mi rodilla fue el mismo fin de semana de octubre en que todo se empezó a ir a la mierda, como si necesitara un cabezazo en mi rodilla para poner en marcha la somatización.
Karina, mi kinesióloga (en realidad no sé si es Carina o Karina, pero siendo Kinesióloga, ¿cómo no va a ser Karina?) me pregunta si me duele y yo le contesto que no. Apenas cuando ando mucho en bici siento una molestia arriba de la rótula. Karina me pide que no ande tanto en bicicleta por estas semanas de tratamiento. Le hago caso, paso de los 25km casi diarios a 20 cada dos días. Pero la bicicleta es terapéutica también (hay varios dolores) y el domingo, ansioso, me pongo a hacer pesas, con la cabeza tan en otra parte que no me doy cuenta de que fuera de entrenamiento como estoy no puedo levantar lo que estaba acostumbrado. El saldo: dos brazos contracturados hasta hoy. Después de certificar que mi rodilla no duele, le pedí a Karina ejercicios para los brazos, pero me mostró los que ya conocía.
No es fácil la sesión de kinesiología. Cuando fui por el vértigo (preludio al desastre), tenía un rato de electricidad y luego unos placenteros y rudos masajes. Con la rodilla es distinto. Tengo que estar cuarenta minutos acostado en la camilla, con el cilindro tirándome ondas, y el tiempo no pasa más. El box es muy oscuro como para leer, la música que pone Karina es aburrida (hoy no tanto, ayer Serrat...) y es la hora en que me empiezo a despabilar como para dormir. Es inevitable pensar, sobre todo a tan pocas cuadras. Con suerte, puedo escuchar las conversaciones de Karina y el paciente del box de al lado, pero no pasa seguido. Luego del letargo tortuoso de mis propias cavilaciones malentretenidas, Karina aparece, desconecta el cilindro y me lo saca. Conecta el láser y me lo pasa por unos cinco minutos con movimientos caprichosos. Esto es lo más delicado y placentero. Después me embadurna con ese gel de masajista (odio todas las cremas y el gel, más sobre una piel alfombrada de pelos como la de la pierna) y me soba la zona con las dos manos (digo "sobar" porque estoy releyendo la traducción gallega de Viaje al fin de la noche). Después me hace flexionar y estirar la rodilla. Ahí es cuando pregunta si duele. No, ya no duele.
Karina, mi kinesióloga (en realidad no sé si es Carina o Karina, pero siendo Kinesióloga, ¿cómo no va a ser Karina?) me pregunta si me duele y yo le contesto que no. Apenas cuando ando mucho en bici siento una molestia arriba de la rótula. Karina me pide que no ande tanto en bicicleta por estas semanas de tratamiento. Le hago caso, paso de los 25km casi diarios a 20 cada dos días. Pero la bicicleta es terapéutica también (hay varios dolores) y el domingo, ansioso, me pongo a hacer pesas, con la cabeza tan en otra parte que no me doy cuenta de que fuera de entrenamiento como estoy no puedo levantar lo que estaba acostumbrado. El saldo: dos brazos contracturados hasta hoy. Después de certificar que mi rodilla no duele, le pedí a Karina ejercicios para los brazos, pero me mostró los que ya conocía.
No es fácil la sesión de kinesiología. Cuando fui por el vértigo (preludio al desastre), tenía un rato de electricidad y luego unos placenteros y rudos masajes. Con la rodilla es distinto. Tengo que estar cuarenta minutos acostado en la camilla, con el cilindro tirándome ondas, y el tiempo no pasa más. El box es muy oscuro como para leer, la música que pone Karina es aburrida (hoy no tanto, ayer Serrat...) y es la hora en que me empiezo a despabilar como para dormir. Es inevitable pensar, sobre todo a tan pocas cuadras. Con suerte, puedo escuchar las conversaciones de Karina y el paciente del box de al lado, pero no pasa seguido. Luego del letargo tortuoso de mis propias cavilaciones malentretenidas, Karina aparece, desconecta el cilindro y me lo saca. Conecta el láser y me lo pasa por unos cinco minutos con movimientos caprichosos. Esto es lo más delicado y placentero. Después me embadurna con ese gel de masajista (odio todas las cremas y el gel, más sobre una piel alfombrada de pelos como la de la pierna) y me soba la zona con las dos manos (digo "sobar" porque estoy releyendo la traducción gallega de Viaje al fin de la noche). Después me hace flexionar y estirar la rodilla. Ahí es cuando pregunta si duele. No, ya no duele.
3 comentarios:
que eres lloron...todo eso que te hacen es para tu bien, para que puedas caminar bn y no cojiar en el futuro...yo tuve una fractura pilon tibial y empece la kine hace poco,salgo todo adolorido despues de la kine..el doc dice ke es normal, porke mi pierna paso mucho tiempo inmovil(4 meses)...ahora me banco nomas el dolor, solo quiero volver a caminar con antes y tare dispuesto a que me hagan cualquier cosa...animo!!
http://encarconde-triana.blogspot.com/
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